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¿Elegimos a nuestros amigos porque pensamos como ellos o pensamos igual porque son nuestros amigos?

¿Elegimos a nuestros amigos porque pensamos como ellos o pensamos igual porque son nuestros amigos?

Piensa en tus amigos, en las personas con las que pasas mucho tiempo o en los primeros en los que piensas para tomar algo tras un día duro. Ahora piensa en por qué te hiciste amigo de ellos por primera vez y pregúntate: ¿Fue porque te gustaron? ¿O porque eres como ellos? Un estudio reciente, dirigido por Carolyn Parkinson, psicóloga de la Universidad de California en Los Ángeles, sugiere que la respuesta puede incluir una compleja red de regiones cerebrales que llega a la raíz de cómo se crea la amistad en nuestros cerebros.

Índice

¿Qué es la distancia social?

Un enfoque clave de esta investigación era aprender cómo las redes sociales pueden ser moldeadas por la forma en que nuestro cerebro procesa la información. Su trabajo anterior exploró cómo el cerebro codifica la posición social de uno, o cómo se coloca uno mismo en relación con otro dentro de una jerarquía social. Ahora quería entender cómo la amistad misma se desarrollaba en el cerebro.

Parkinson y sus coautores, Adam Kleinbaum y Thalia Wheatley de Dartmouth College, utilizaron una medida llamada distancia social para definir las redes de amistad de 279 estudiantes de posgrado. A los cuatro meses de su semestre académico, Parkinson les pidió a los estudiantes que consideraran una lista de sus compañeros de clase con los que tenían contacto en redes sociales y vieran cuántas interacciones compartían. Esta medida de Facebook se puede usar para ver cuán estrechamente vinculados están dos individuos (al menos en Facebook). La distancia social, similar a seis grados de separación, expresa cuán estrechamente relacionados están dos individuos dentro de un grupo social más grande.

Considera a tres personas: Antonio, María y David. María y David son amigos. María y Antonio  también lo son. Pero Antonio y David, no. En este escenario, María y David y María y Antonio son amigos con un grado de separación, mientras que David y Antonio tienen dos grados de separación el uno del otro (unidos por su amiga en común María).

Parkinson usó los datos del cuestionario para crear una red que mostraba cuán lejos estaban los lazos sociales de cada uno de los estudiantes. Estas distancias variaron desde un grado de separación, lo que significa que los estudiantes eran amigos entre sí, hasta cinco grados de separación, lo que significa que para establecer una conexión entre dos estudiantes en la red de amistad, uno tendría que atravesar una cadena de cinco amistades.

Luego, Parkinson mostró a 42 de los estudiantes una serie de videos cortos, como si estuvieran cambiando de canal en su televisión: tres minutos de la tierra desde el espacio, unos minutos de un debate de periodistas, alguna comedia, un breve interludio viendo un partido de fútbol… Cada estudiante observó la misma serie de videos mientras su actividad cerebral se registraba con una resonancia magnética funcional.

Después de la exploración, Parkinson tomó los datos de la resonancia magnética resultante y los separó en función de dónde se originaron en el cerebro. Luego creó lo que se conoce como una trama de serie temporal que representa cómo, en promedio, la actividad de una región del cerebro cambiaba a medida que cada estudiante veía la secuencia de videos. Con cada trama de serie de tiempo en la mano, Parkinson podría determinar si las relaciones sociales de un individuo estaban correlacionadas con la respuesta de su cerebro a la visualización de esos videos.

Los amigos piensan igual

Parkinson descubrió que, de hecho, cuanto más cercano era el vínculo social, más similarmente respondían los estudiantes a los videos. Y curiosamente, las regiones cerebrales que fueron más similares entre los amigos fueron aquellas involucradas en la atención y la cognición social. En resumen: los amigos piensan igual.

Estos resultados indican que pasamos una enorme cantidad de tiempo pensando en nuestros amigos, en los amigos que tenemos ahora, en los que tuvimos en el pasado, en los que deseamos tener; las alegrías, los dolores, el suspenso de las amistades. Pero seguro que no pensamos cómo sucede todo eso, cómo debajo por debajo de estos pensamientos nuestras conexiones neuronales están revolviendo información sensorial, tratando de dar sentido al mundo y luchando por comprender cómo actuar dentro de él. Sí, somos una especie social, lo que significa que las amistades y las relaciones sociales son extremadamente importantes, pero ¿qué significa eso? ¿Y cómo sucede eso a nivel de esas conexiones neuronales? Resulta que nuestros cerebros aparecen, de una manera muy real, para sincronizarnos con las personas con las que nos hacemos amigos formando una especia de unidad social. Quizás no es simplemente que nos sintamos cerca de nuestros amigos, sino que estamos experimentando el mundo más de cerca.

Y, por supuesto, surge la pregunta de qué ocurre primero: ¿nos hacemos amigos porque su cerebro procesa información como la nuestra? ¿O el hecho de ser amigos hace que nuestros cerebros procesen la información de manera más similar a la de nuestros amigos?

El estudio de Parkinson no permite sacar colusiones respecto a este tema ya que su estudio era transversal, lo que significa que tomó una instantánea de los estudiantes y de cómo funcionan sus cerebros, pero eso no es suficiente para sacar conclusiones con respecto a causa y efecto.

De cualquier manera, estos resultados sirven para dar una explicación a este hecho de determinismo neuronal. Considerando el primer escenario, en el que las personas con cerebros similares se sienten atraídos unos por otros, es un caso obvio en el que su neurobiología ha esculpido sus relaciones sociales. Pueden pensar que están eligiendo a sus amigos, pero su cerebro realmente está respondiendo a una reflexión neurofisiológica; ves el mundo de manera similar, y te haces amigo.

El otro escenario es un poco espeluznante ya que implica que te haces amigo de alguien porque, por ejemplo, se sienta a tu lado en clase, pero a medida que os conocéis, intercambiáis algún tipo de contagio cognitivo que altera la forma en que ambos cerebros perciben la realidad. Al entablar amistad, tu forma de ser cambia y se adapta.

No obstante, lo normal es que sea una mezcla de ambas posibilidades. Habrá que esperar a los nuevos estudios de Parkinson para salir de dudas.

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