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Cómo pedir perdón

Cómo pedir perdón

A veces subestimamos el poder de las palabras. Gracias, te quiero y lo siento son tres conceptos que pueden cambiar el transcurso de cualquier historia. Pero el desarrollo de nuestra inteligencia emocional siempre queda en segundo plano, y cada vez somos más egocéntricos y menos empáticos. Pedir disculpas es muchas veces sinónimo de debilidad, como si nos desprendiéramos de nuestro orgullo. Cuando es todo lo contrario: saber rectificar es el ejercicio más poderoso y más sabio que podemos realizar.

 

 

 

Índice

Pedir perdón es muy importante

De hecho, pedir perdón es un acto que nos honra y muestra nuestra capacidad para responsabilizarnos de nuestros actos. Tenemos la capacidad de hacer lo que queramos, pero asumimos la perplejidad que trae consigo la libertad: entender que nuestra voluntad acaba cuando dañamos la de otra persona. Además, disculparse también trae cosas positivas, ya que se convierte en una oportunidad perfecta para expresar a qué nivel estamos comprometidos con la otra persona y cuánto significa para nosotros. Puede ser la ocasión para abrirle nuestro corazón y mostrarle lo que sentimos a esa persona.

No obstante, una disculpa nunca es sinónimo de que todo volverá a la normalidad. Las palabras son importantes, está claro, pero siempre que vengan seguidos de sus actos correspondientes. Si has traicionado la confianza de alguien es muy difícil que te perdone a la primera. Los vínculos de las relaciones se basan casi exclusivamente en la seguridad que sientas con esa persona. Pero lejos de lo que se suele creer, no es imposible volver a recuperarla. Piensa hasta qué punto es importante esa persona para ti... Descubrirás hasta dónde quieres demostrárselo y hacerte cargo de todos tus errores.

La sinceridad es la base

Hay algo peor que no disculparse, y es pedir perdón cuando no lo sientes. Por lo general, siempre es mejor ser humilde y reconocer tu parte de culpa que batallar por un ego que no nos va a llevar a ningún sitio. Pero no nos confundamos, también existen casos de sumisión en que nos disculpamos por miedo a perder a la otra persona, y no porque hayamos hecho nada malo. Es importante ser fiel y honesto con los demás, pero primero tienes que hacer ese ejercicio contigo mismo. Además, probablemente si no son sinceras el otro podrá percibirlo y no habrá servido para nada, solo lograríamos empeorar aún más la situación añadiendo un sentimiento de desconfianza y haciendo patente nuestra reticencia a comprometernos. Nos enseñan a pedir perdón casi por sistema y nos sentimos obligados a pedir perdón debido a la presión social, pero no hay nada peor que no tener una razón válida para disculparse y hacerlo por compromiso o por costumbre.

Si tienes claro que te has equivocado o que podrías haberlo hecho mejor, lo más importante es que sepas transmitir esa verdad íntima. Exterioriza lo que sientes. Aquí el lenguaje verbal es lo más importante, y mostrar la palma de las manos suele ser sinónimo de honestidad, de pura exhibición de lo que piensas y sientes. Sea cual sea el error que has cometido, no le quites importancia. Debe pesar más la disculpa que los propios actos. Evita las disculpas falsas. 

Sé empático

Deja atrás el ego. Si de verdad quieres que las disculpas sean sinceras, primero debes escuchar activamente a la persona que has dañado. Escucha para entender y no para atacar. Si la otra persona ve que nos hemos puesto en su piel y hemos entendido su dolor, ya tendrás medio camino hecho, pues sólo así podrás mostrarte arrepentido.

Un estudio de psicología de la Universidad George Mason descubrió que la sinceridad a la hora de disculparse, así como la empatía y la responsabilidad, eran los tres factores fundamentales para que los integrantes de una pareja empezaran de cero y olvidaran los reproches. Si no haces este ejercicio no podrás entender la magnitud de tus actos y la disculpa será falsa. Aléjate de los discursos sobre lo acontecido: cada persona tendrá una verdad sobre lo ocurrido. Lo mejor que puedes hacer es entender por qué la otra persona se ha molestado e implicarte con tu dosis de responsabilidad en el asunto. No te limites a narrar lo que ha sucedido, ambos lo sabéis, sólo muéstrate imperfecto y dispuesto a reconocer tus propios errores. Deja que las emociones fluyan y sé empático. 

Expresa lo ocurrido, pero no te enrolles

Es bueno que te dejes llevar por las emociones, le expliques los motivos por los que te equivocaste, desnudes tus sentimientos y te sientas vulnerable por un momento. Pero no te enrolles, ni repitas mil veces lo mucho que te arrepientes. A veces es mejor que sea sólo una vez pero de verdad, mirándole a los ojos, y mostrándole tu arrepentimiento, que mil excusas que sólo sirven para avivar los acontecimientos. Esto puede derivar a una discusión sin fin que provoca el efecto contrario al deseado. Nos volvemos personas irritantes y poco merecedoras de su perdón.

Aunque está claro que cada persona reaccionará de una forma (algunos les servirá con un simple acto y otros tendrán que escuchar la disculpa en reiteradas ocasiones), lo mejor es que apuestes por una disculpa clara y concisa.  Nada te garantiza el éxito, pero no te olvides de que casi nada se merece un castigo tan severo, y si la persona en cuestión nos chantajea con ese error de forma prolongada en el tiempo, lo mejor es que sepas decir ‘basta’. Eres humano y cometes errores, como todos. No permitas que se excedan.

Nada de ‘peros’ ni ‘si...’

Aunque exista una buena excusa para haber hecho lo que sea que hiciste, nunca pongas un ‘pero’ o un ‘si…’ detrás del ‘lo siento’. En ese momento, habrás tirado por la ventana todo tu esfuerzo por disculparte y la persona en cuestión sentirá que lo haces por deber y que no estás siendo sincero. Las disculpas, de la misma forma que los ‘te quiero’, van sin peros ni condiciones.

No exijas que te perdonen

Un perdón no se da para recibir nada a cambio. Puede que hayas hecho algo que ha sobrepasado la línea y hayas quebrado el bienestar o la confianza de alguien. Aun así, discúlpate, ya no por la persona dañada sino por ti mismo. De esta forma tendrás la conciencia tranquila y la seguridad de haber hecho todo lo que pudiste. Sin duda, saber disculparte será una gran lección para futuros errores. Acéptalo, aléjate y sigue tu camino.

Garantía de futuro: empieza a actuar

Sé consecuente. A veces un simple gesto, por muy materialista que sea, puede ayudar a ver a la otra persona el grado de implicación que tienes con tu disculpa. Añade el “no volverá a ocurrir”, aunque sea una de esas respuestas automáticas que se escuchan y luego nunca son verdad. Y haz algo que no es tan normal: corresponde con hechos esas palabras.

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