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¿Demasiada inteligencia emocional es mala?

¿Demasiada inteligencia emocional es mala?

En 1995, Daniel Goleman publica un libro, Inteligencia emocional, que cambiaría la perspectiva de todo el mundo sobre la inteligencia y la capacidad cerebral de las personas. Desde ese momento mucho se ha hablado de este término, de la importancia que tiene en la vida de una persona para conseguir el éxito personal y profesional, y de cómo potenciarla. Sin embargo, al igual que tener un gran coeficiente intelectual puede a veces pasarnos factura, ser muy empático también tiene un precio.

Índice

¿Qué es la inteligencia emocional?

La Inteligencia Emocional, según Goleman, es “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, así como los ajenos, de motivarnos y de saber manejar las emociones”. Según diversos estudios, el 90% de las personas que más éxito tienen en sus trabajos tienen una gran inteligencia emocional. Por eso, actualmente se intenta potenciar el desarrollo de esta tanto en el colegio como en casa o el trabajo para mejorar nuestra vida.

Las personas con mucha inteligencia emocional muestran una serie de habilidades compartidas: tienen mucho vocabulario emocional, sienten curiosidad por la gente, saben aceptar los cambios, conocen sus fortalezas y debilidades, no se ofenden con facilidad, son asertivas, dan sin esperar nada a cambio, no guardan resentimientos, aprecian lo que tienen, son optimistas… Todas estas características hacen que, en general, tengan más éxito en las relaciones sociales y laborales, lo que beneficia su carrera profesional y su vida personal.

Inteligencia emocional y estrés

Sin embargo, un nuevo estudio afirma que esta habilidad especial para entender los sentimientos de los demás a veces puede venir con una dosis extra de estrés. Esta y otras investigaciones de psicología desafían la opinión predominante de que la inteligencia emocional es uniformemente beneficiosa para su portador.

En un estudio publicado en la edición de septiembre de 2016 de Emotion, las psicólogas Myriam Bechtoldt y Vanessa Schneider, de la Escuela de Finanzas y Administración de Frankfurt (Alemania), le hicieron a 166 estudiantes universitarios masculinos una serie de preguntas para medir su inteligencia emocional. Por ejemplo, mostraron a los estudiantes fotografías de las caras de las personas y les preguntaron en qué medida se expresaban sentimientos como la felicidad o el disgusto. Después, los estudiantes tuvieron que dar charlas de trabajo frente a los jueces mostrando expresiones faciales severas. Los científicos midieron las concentraciones de la hormona del estrés cortisol en la saliva de los estudiantes antes y después de la charla.

En los estudiantes que fueron calificados como emocionalmente más inteligentes, los niveles de estrés aumentaron más durante el experimento y tardaron más tiempo en volver a la línea de base de su estado. Los hallazgos sugieren que algunas personas pueden ser demasiado inteligentes emocionalmente, lo que no es bueno para su propio estado de ánimo. "A veces puedes ser tan bueno en algo que causa problemas en la sociedad", explican.

De hecho, el estudio se suma a investigaciones previas que insinúan un lado oscuro de la inteligencia emocional. Un estudio publicado en 2002 en Personality and Individual Differences sugirió que las personas emocionalmente perceptivas podrían ser particularmente susceptibles a los sentimientos de depresión, ansiedad y desesperanza. Además, varios estudios, incluido uno publicado en 2013 en PLOS ONE, afirman que la inteligencia emocional se puede utilizar para manipular a otros en beneficio personal.

Por supuesto, no se pueden sacar conclusiones definitivas de estos estudios y hace falta más investigación para ver cómo se desarrollaría exactamente la relación entre la inteligencia emocional y el estrés en las mujeres y en las personas de diferentes edades y niveles de educación.

Lo que es obvio es que la inteligencia emocional es una habilidad útil, siempre y cuando aprendas a manejar adecuadamente las emociones, tanto las tuyas como las los demás. Por ejemplo, algunas personas muy sensibles y con mucha empatía pueden asumir como propias la tristeza o la ira de otras personas, lo que en última instancia las acentúa y les hace sentirse más vulnerables y desequilibrados emocionalmente. Por eso, es importante recordar que nadie es responsable de cómo se sienten las demás personas, solo podemos ayudarles si hace falta o mostrarnos comprensivos, pero no debemos sentir por ellos o minaremos nuestra felicidad.

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