¿La maldad de la mujer es diferente a la del hombre?
¿Existe un “gen de la maldad”? ¿Los malos nacen o se hacen? ¿La maldad de las mujeres es diferente de la de los hombres? ¿Se puede escapar al destino y no convertirse en alguien malvado?
Índice
¿Existen los genes de la maldad?
Cuando vemos ciertas noticias y sucesos (atentados, secuestros, violaciones…) es difícil no preguntarse si la gente cruel y malvada nace con un gen distinto que les predispone hacia esa maldad tan inhumana o si la educación y las circunstancias los han llevado a actuar de determinada manera. ¿Somos malos por naturaleza o no? ¿Y si así fuera, es posible escapar a nuestra propia naturaleza?
Este es un tema muy polémico sobre el que se ha investigado mucho. Para el psiquiatra Adolf Tobeña, autor del libro Neurología de la maldad, la inmensa mayoría de las personas malvadas nacen, es decir, sí existen unos genes de la maldad que son muy potentes, pero el crecimiento y la educación también influyen en la personalidad futura de una persona. Según él, “la carga biológica explica el 70% de las propensiones a hacer daño y a no sentir el dolor ajeno. El azar y las compañías (especialmente en la adolescencia y en el gremio profesional) influyen en un 30%". Por lo tanto, es posible escapar al destino, hay margen para corregir, aunque no sencillo.
Este gen del que habla es el MAO-A, asociado al cromosoma X, un gen que presentan las personas más impulsivas, más temerarias. Este gen bloquea el sistema de serotonina en el cerebro, el que nos hace parar y reflexionar antes de actuar. La crueldad está asociada al cromosoma X que fabrica MAO-A. Cuando Hans Brunner investigó a una familia holandesa en la que 40 de sus miembros varones habían cometido crímenes descubrió que todos tenían el MAO-A.
Además, existen genes implicados en la propensión a la agresividad física reiterada, la irascibilidad o la insensibilidad hacia el dolor ajeno. Si una persona cuenta con todos esos genes y acrece de aquellos que nos ayudan a ser empáticos, es más probable que se vuelva un criminal. Se han identificado centenares de genes que marcan la propensión hacia ese tipo de comportamientos malvados.
También se habla de los genes finlandeses, que ayudan a trabajar a la serotonina, la noradrenalina cerebral y la cadherina que se han localizado solo en Finlandia. Cuando estos genes no funcionan bien, hay una mayor propensión a la agresividad.
Por lo tanto, hay personas genéticamente predispuestas a hacer daño a los demás y disfrutar con ello, lo que entendemos por personas malvadas ya que no causan daño sin querer, sino sabiendo lo que hacen. Pero según los investigadores estos genes influyen en nuestro comportamiento en un 70%, el 30% restante es el margen de libertad que tenemos para elegir cómo actuar. Por lo tanto, es posible escapar al destino genético y no necesariamente tienes que convertirte en alguien malvado aunque esta inclinación venga escrita en tus genes.
Este margen de autonomía, de hecho, es en el que pueden influir diferentes fármacos que se han desarrollado para controlar los impulsos de agresividad. Esto no significa que algún día existan pastillas que nos hagan “buenos”, pero sí se esta investigando con moléculas que borran recuerdos traumáticos o bien potencian el sentimiento de dolor frente al sufrimiento ajeno, para despertar la empatía en el psicópata y lograr que sienta pena por la víctima.
Además, esta maldad puede observarse desde pequeños. Algunos niños ya muestran, con tan solo unos pocos años de vida, propensión a hacer daño a los demás ya disfrutar con ello. Y es complicado acabar totalmente con la maldad ya que, en cada generación, y en todas las culturas, hay un 5% de tóxicos, un 65% de personas que pueden hacer todo tipo de desaguisados, un 10% de indefinidos y un 20% de personas que se portan siempre bien. Y este 5% de personas malvadas suelen tener poder económico y sexual y, por tanto, está asegurado que en cada generación habrá malignos ya que transmitirán sus genes a sus hijos.
¿Hay diferencia en la maldad entre hombres y mujeres?
Para Adolf Tobeña sí hay diferencias sexuales en la maldad. Tobeña afirma que las mujeres usan menos la violencia física por una cuestión biológica, por lo que recurren más a tácticas de agresividad indirecta como marginar, retirar la atención o practicar el ostracismo. Y eso lo hacen, al igual que los chicos, desde la guardería. Mientras ellos pegan puñetazos, ellas marginan. Las mujeres también tienen una mayor habilidad para simular dolores y autolesionarse.
Algo en lo que ambos sexos coinciden es en ser muy cordiales y amables de primera. La mayoría son muy seductores y atraen a sus víctimas, para después manipularlas y engañarlas a su aire.
A pesar de todo, la buena noticia es que todas las personas tienen un margen para elegir si quieren ser buenas o no y, además, aquellos que son realmente bondadosos desde pequeños, lo son bajo cualquier circunstancia. Héroes que hacen que el mundo sea mejor para todos.
Adolf Tobeña, Neurología de la maldad