
Momentos en los que sabes que te has convertido en una mujer adulta
Sin saber cómo, de repente estás ahí. Y hay varias señales que te lo dicen.
Índice
¿A qué edad somos adultos?
Legalmente, una persona entra en la edad adulta a los 18 años, es decir, cuando es responsable de sus actos y tiene capacidad plena para decidir lo que quiere hacer. No obstante, biológicamente, de los 18 a los 40 años se habla de adultez temprana o de juventud. Por lo tanto, se entra en la edad adulta como tal desde los 40 años.
Sin embargo, una cosa es lo que nuestro DNI dice y otra muy distinta cómo nos sentimos nosotros. Podemos tener 25 años y sentirnos muy adultos y responsables, o tener 45 y sentirnos todavía como adolescentes sin responsabilidades.
Eso sí, hay una serie de detalles que te pueden empezar a hacer sospechar que estás dejando atrás la juventud y las locuras...
Síntomas de que te estás haciendo adulta
- Empiezas a cuidar tu ropa. Resulta que la ropa puede ir, además de en una inestable montaña en la silla, ¡ordenada en una cómoda!
- Un niño en el metro se refiere a ti como “señora”. Como buena persona que eres adviertes a su madre de que lleve a su hijo al oftalmólogo.
- Empiezas a ver a los adolescentes más pequeños. ¿Es que ahora cumplen 15 años con 9? ¿Por qué parecen tan jóvenes?
- De hecho, empiezas a rehuir a los grupos de jóvenes en sitios como el transporte público. ¡Ugh! Juventud... ¿Por qué gritan tanto?
- Descubres que ahora tienes más temas de conversación con tus vecinas. Hace nada vuestra comunicación se limitaba a “Hola” y “Hasta luego” y ahora te descubres ¿teniendo una conversación con ellas? Y… ¿a gusto?
- Ahorrar empieza a cobrar sentido. “Resulta que puedo no gastar todo lo que cobro, sino guardar una cantidad por si acaso. Uau.”
- Empiezas a hacer listas de la compra que cada vez incluyen menos “helado de chocolate” y “paquete de 1 kg de gominolas” y más “fruta fresca” y “pechuga de pollo”.
- Te descubres echándote crema por la noche. “Hasta hace nada no la usaba para nada y ahora la uso ¿para dormir??”.
- Empiezas a pagar impuestos, tasas, alquileres... “Hola, quiero darme de baja del programa Adulto Responsable y volver a inscribirme en el de Joven Pobre pero Libre”.
- Te empiezas a familiarizar con el IVA, el IBI y demás conceptos que no dan más que disgustos.
- Empiezas a dar consejos a tus padres, a llevarles a veces en coche, y a enseñarles cosas. Empiezas a cuidar a tus padres… *implosión cerebral*.
- Te echas la siesta con los documentales de La 2. Un momento… ¡¿SOY MI PADRE?!
- Tu Facebook empieza a llenarse de fotos de parejas y niños y a vaciarse de fotos de botellones en el parque. Gracias a esto descubres que las fotos de bebés son extrañamente parecidas a las de gente borracha…
- Las cosas de tu infancia empiezan a ser… antiguas. “Vamos a ver niño, ¡cómo que no conoces Los Tres Mosqueperros!”. “¿¿Y tampoco los tamagotchis??”.
- Empiezas a pensar en tus ligues y parejas de otra forma. Quedar para algo más que salir de fiesta y a bares, sino para contaros cómo os ha ido el día empieza a sonar… bien.
- Descubres que te gusta pasear. Así, sin destino, caminar sin pretender llegar a un sitio…
- Empiezas a salir más y más “en plan tranqui”.
- La Resaca empieza a pasar de ser un poco de dolor de cabeza y boca seca a la mañana siguiente a sensación de estar muriéndose que no se va en todo el día. Cuerpo, ¿es que me odias?
- En vista a esto, empiezas a controlar lo que bebes para evitar ese sufrimiento.
- Vas perdiendo más y más vergüenza. Los señores mayores que se intentan colar en el súper ya no te dan miedo. “Ah, no, caballero. A la cola.”. Y empiezas a bajar a por el pan en pijama y sin peinar (“¿A quién le importa lo que yo haga…?”).
- Sientes una extraña sensación de protección hacia las chicas más jóvenes que tú. “Pobrecilla, déjame que te explique qué esperar de la vida, pequeña Padawan”.
