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¿Los hombres y las mujeres son iguales?

¿Los hombres y las mujeres son iguales?

Durante siglos hemos observado que, a pesar de utilizar el mismo lenguaje, mujeres y hombres somos muy distintos. Partiendo de la base de que nuestra biología y psicología son distintas, nos damos cuenta de que nuestros intereses también lo son.

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Hombres y mujeres somos diferentes biológicamente

Incluso antes de nacer, mujeres y hombres ya nos diferenciamos, pues los genes controlan nuestro posterior desarrollo. Después, a medida que va pasando el tiempo, las diferencias se hacen cada vez más notables. Pero lo que realmente sucede es que estas diferencias sanas e injustas, explicables o no, tienen que ver, por un lado, con nuestro aspecto, nuestra biología o nuestra cultura y, por otro, con las desigualdades sociales que nos impiden prosperar en la misma medida que ellos.

Es decir, nadie duda de que biológicamente existen diferencias entre ambos sexos, pero el problema viene marcado por la educación, los estereotipos y las ideas preconcebidas que muchas personas tienen acerca de las diferencias entre hombres y mujeres, la igualdad o el feminismo.

La desigualdad entre hombres y mujeres ha estado y sigue estando muy presente en muchos ámbitos de nuestra vida, aunque la sociedad haya avanzado bastante, al menos desde la época de nuestros abuelos gracias al movimiento feminista. Sin embargo, no es suficiente. Todavía queda mucho por hacer para poner fin a la desigualdad entre ambos sexos.

Pero deberíamos ser iguales en lo demás

En el ámbito laboral, numerosos estudios demuestran que las empresas prefieren contratar a hombres antes que a mujeres, por motivos principalmente culturales y biológicos. Biológicos, porque solamente las mujeres, quienes tenemos el privilegio de tener hijos, tenemos que estar condenadas a que nos rechacen en numerosos puestos de trabajo simplemente porque “faltaremos más porque tenemos hijos”. Y culturales, debido al imperante machismo reflejado durante siglos en nuestra sociedad, que discrimina a la mujer y sostiene que el hombre es superior por naturaleza.

Además, también es importante destacar en este ámbito que las mujeres cobramos menos por el mismo trabajo. De hecho, según los últimos datos recogidos de la Encuesta de Estructural Salarial, la brecha salarial de género es del 23,25%. Esto se traduce en 79 días más al año que una mujer tiene que trabajar para obtener la misma retribución que un hombre.

En el hogar, las tareas a día de hoy también se siguen repartiendo de manera poco equitativa. A pesar de que se haya avanzado algo respecto a este tema, todavía la diferencia es criticable. En España, según la última encuesta de Empleo del INE, las mujeres le siguen dedicando casi dos horas y cuarto más cada día que los hombres a las tareas domésticas. Las mujeres siguen siendo, por tanto, el miembro de la pareja que más tiempo dedican a este tipo de tareas.

No obstante, a esto hay que ligarle que la responsabilidad de conciliar y armonizar la seguimos teniendo, en la mayoría de los casos, las mujeres. Aunque no siempre es así, según un estudio de la Fundación Pfizer, casi la mitad de las madres que fueron entrevistadas cree que su carrera puede verse perjudicada, mientras que solamente uno de cada seis padres tiene la misma sensación. Esto sucede porque, actualmente, por ejemplo, cuando nace un bebé, la baja por paternidad dista mucho de la baja por maternidad. Sin embargo, en algunos países como Islandia, tanto padres como madres disponen de tres meses para hacerse cargo del cuidado del bebé.

Si nos centramos ahora un poco en la biología y hacemos referencia a la estructura cerebral de hombres y mujeres, nos damos cuenta de que también es distinta. De hecho, numerosos estudios han demostrado que el hipotálamo, es decir, la parte del encéfalo situada en la zona central del cerebro que está estrechamente relacionado con las conductas sexuales, es dos veces superior al de las mujeres, lo que hace que sean ellos los que tienen mayor deseo de placer, especialmente, el sexual.

Aunque todavía existan multitud de factores de desigualdad, esto no hará que las mujeres paremos la lucha, pues todavía tenemos muchas cuentas pendientes para igualarnos a ellos. Pero, sin duda, si hemos sido nosotras quienes hemos conseguido reducir en parte este desequilibrio, también nosotras lograremos romper definitivamente con todas las barreras impuestas que nos privan de tener los mismos derechos.

Eso que los expertos llaman la socialización, y no la biología, es lo que agudiza las diferencias entre hombres y mujeres, y lo que permite que esa desigualdad se traduzca cada año en datos cuantitativos que sitúan a la mujer en un claro agravio comparativo sobre todo en su faceta sociolaboral.

Así que no, no ayuda repetir chistes malos, ni de hombres ni de mujeres. No ayuda reaccionar contra el lenguaje no sexista, por muy ridículo que a veces, lamentablemente, pueda llegar a resultar. No ayuda arremeter contra las cuotas, las recomendaciones o las legislaciones que impulsan la igualdad. No ayuda justificarnos. Y no ayuda seguir usando esas típicas frases coloquiales que nos parecen inocuas, pero no lo son: pórtate como un hombre, no pelees como una niña, los chicos no lloran, conduces como una mujer… y un sinfín de estereotipos aprendidos que poco tienen que ver con la biología y mucho con la socialización.

Así que concienciémonos, porque acabar con la desigualdad depende de todos. Y de todas.

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