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Cómo afecta psicológicamente la obesidad

Cómo afecta psicológicamente la obesidad

Actualmente, existe el doble de personas obesas en el mundo que las que había hace treinta años. Las estadísticas demuestran que hay quinientos millones de personas que tienen problemas con el sobrepeso. Pero lo más grave del asunto es que la Organización Mundial de Salud (OMS) ha asegurado que la obesidad es responsable de tres millones de muertes al año y que la cifra no va a dejar de aumentar y expandirse principalmente por los países occidentales. La vida sedentaria y frenética a la que estamos subyugados hace que desarrollemos hábitos poco saludables, tengamos unas altas dosis de estrés y no prestemos ni tiempo ni cuidado a nuestra alimentación. Y aunque pensemos que el exceso de peso afecta exclusivamente a nuestro físico, lo cierto es que también es consecuencia y causa de problemas psicológicos severos.

Índice

Consecuencias físicas de la obesidad

La obesidad está marcada por un índice de masa corporal superior a 30, mientras que el sobrepeso se encuentra entre 25 y 30. 

Obviamente, la obesidad no está ligada únicamente a las nuevas formas de vida, ya que existen otros casos causados por desajustes endocrinos u hormonales. Pero sean cuales sean tus motivos, si tu índice de masa corporal (BMI, por sus siglas en inglés) es superior al que se considera saludable para tu altura estás exponiéndote a enfermedades médicas como la hipertensión, enfermedades cardíacas, apoplejía, diabetes tipo 2, enfermedad de la vesícula biliar, fatiga crónica, asma, apnea obstructiva del sueño y algunas formas de cáncer entre otras cosas que, aunque no estén directamente relacionadas, pueden motivar su aparición. Aunque quizá lo más desconocido -y por ende, más preocupante–, sean las consecuencias psicológicas y emocionales que lleva consigo.

Consecuencias psicológicas de la obesidad

La obesidad enfrenta a la persona a problemas psicológicos graves, pero suele ser difícil de detectar y de salir, pues entramos en un círculo vicioso donde las causas son también las consecuencias:

1. Depresión y ansiedad

“Como porque estoy deprimido, estoy deprimido porque tengo sobrepeso” es el pistoletazo de salida del círculo cerrado que a veces es la obesidad. La ansiedad y la depresión van casi siempre de la mano, y una persona que está triste se suele sentir vacía, por lo que llena ese ‘espacio’ con el placer inmediato de la comida (generalmente basura, ya que es la que crea esa sensación de placer y adicción en nuestro cerebro). Debido a la ingesta desproporcionada de este tipo de alimentos, aumentan de peso y eso les genera una situación de escasez de control con sus propios cuerpos, lo que les suele generar episodios de ansiedad. Y, para calmarlo, vuelven a comer, ya que la ansiedad produce en algunas personas un aumento del apetito. Por eso, la depresión puede causar y ser resultado del estrés, el cual, a su vez, puede causar un cambio en sus hábitos alimenticios y actividades. Este cambio puede ser circunstancial, debido a un problema o una situación que no saben cómo afrontar, y puede desaparecer en cuanto son conscientes. Pero otras veces se instala como un hábito y será más difícil de tratar.

Sin embargo, existen otros casos donde se convierten en enfermedades como el trastorno alimentario compulsivo, una conducta asociada con la obesidad y otras condiciones como la anorexia nerviosa, y también es un síntoma de depresión. De hecho, un estudio reveló que el 51% de personas con este tipo de enfermedades también tenía un historial de depresión grave.

2. Neurosis

Desde el Psicoanálisis también se ha estudiado la obesidad y se la suele relacionar al carácter simbólico del acto de comer. La persona afectada realiza una exteriorización de la neurosis, asociada a la depresión, la culpa y la ansiedad. Comer no sólo simboliza para ellos la obtención de nutrientes esenciales para la supervivencia sino que se asocia directamente con conflictos emocionales de fondo y como una forma de autodestrucción.

3. Baja autoestima y mala autoconcepción

Aunque no ocurre en todos los casos, las personas con problemas de obesidad pueden tener una baja autoestima o una imagen enfermiza sobre su propio cuerpo. La falta de una alimentación saludable suele estar condicionado con la falta de definición de sí mismos. Las personas que no saben o no pueden decir ‘no’, tomar decisiones por cuenta propia, controlar la vida propia o prestan demasiada atención a las críticas pueden ser más propensas a sufrir obesidad. Comer, como hemos dicho antes, se puede relacionar con una manera de mostrarse afecto (o más bien ‘recompensarse’) y obtener satisfacción inmediata ante dificultades emocionales, como nerviosismo o soledad. Nadie duda de que comer es un placer, pero cuando se convierte en la más importante y casi exclusiva fuente de placer es cuando empieza a ser un problema para nuestras emociones.

...Condicionado por el estigma social

Pero no debemos confundirnos: una cosa es que tu cuerpo no esté sano por culpa del exceso de peso y otra muy distinta es que no pertenezcamos a los ‘cuerpos correctos’ dentro de los cánones irreales de belleza a los que estamos sometidos. Para que la obesidad sea una enfermedad debes haberte hecho previamente un análisis médico de tu situación y que los expertos dietéticos te hayan diagnosticado obesidad. Si tú estás sano pero no eres delgado o no entras dentro de la talla ‘regular’, entonces la enfermedad es de la sociedad, no tuya. Lamentablemente, las personas con sobrepeso –estén sanos o no– tienen que lidiar cada día con problemas graves como el acoso laboral o escolar, la segregación y los prejuicios sociales. Por lo que el círculo vicioso continúa: al no controlar su peso disminuye su autoestima y su autoconcepción y aumenta el vacío interior, lo que hace que se sobrepasen en las cantidades de comidas. Y vuelta a empezar.

4. Trastorno de personalidad y cuadros psicóticos

Comer puede considerarse también como una respuesta nerviosa ante enfermedades mentales como el trastorno de personalidad, o con cuadros psicóticos relacionados con un historial de abuso y comportamiento adictivo, dependencia al alcohol o las drogas. En estos casos la terapia debe ser menos permisiva y no se aconseja someterse a una intervención quirúrgica sin haber recibido atención psicológica.

5. Trastornos de la conducta alimentaria

Y, por supuesto, puede causar trastornos de la conducta alimentaria como anorexia nerviosa, bulimia... Un tipo de enfermedad mental que, si no se trata adecuadamente por un psiquiatra o experto en medicina mental, puede derivar en graves problemas de salud e incluso la muerte. 

Terapia psicológica

La expresión ‘Mens sana in corpore sano’ (mente sana en cuerpo sano) no puede ser más acertada porque, tal y como hemos visto, la obesidad implica estrechamente a la salud mental, y puede ser causa y consecuencia de la misma. Por lo tanto, el tratamiento debe ser una terapia multifactorial, desde el ámbito médico y endocrinólogo, hasta la psicología y la psiquiatría. Los pacientes con obesidad requieren de un tratamiento global: médicos, psiquiatras, nutricionistas y psicólogos deben intervenir para lograr diagnosticar y tratar correctamente y de forma personalizada a cada persona.

Además, deberá hacerse una dieta especializada y practicar mucho ejercicio físico que, no solo ayuda a perder peso, sino también a mejorar la salud mental. 

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