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Reducción de jornada laboral y nuevo mercado de trabajo

Reducción de jornada laboral y nuevo mercado de trabajo

El trabajo consume buena parte de nuestra vida diaria por lo que es importante sentirnos autorrealizados y felices con nuestra profesión. Pero muchas veces nuestras circunstancias nos desvinculan del trabajo y hacen que sea difícil conciliarlo con la vida personal. Entonces se convierte en una tortura y nos sentimos utilizados por algo más grande que nosotros: como si fuéramos robots o piezas estropeadas de una gran maquinaria, a la que le debemos nuestro tiempo. 

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Reducción de jornada laboral

Pero para eso existen leyes que cubren y protegen nuestras necesidades, como la reducción de la jornada laboral. A lo largo de la historia han cambiado los derechos de los trabajadores y vivimos en un ambiente laboral ‘más humano’ y accesible para todos. Aun así el nuevo mercado del trabajo está en constante movimiento e igual que cambian los recursos, también se modifican los diferentes oficios. Y, nosotros, sólo podemos adaptarnos. Porque como dice la famosa frase: es ‘cambiar o morir’.

No nos engañemos, la gran mayoría de personas sueña con trabajar menos por el mismo dinero. Y no es que sean poco apasionados por su profesión, sino que deben atender a otras necesidades: como menores a su cargo, familiares enfermos, o simplemente bajar un poco el ritmo frenético de la productividad y leer un buen libro. No somos los primeros que lo pensamos y en Suecia –en la población de Gotemburgo– pensaron que sería un buen experimento intentar reducir la jornada a seis horas diarias. Lo hicieron bajo el pretexto de que si la calidad de vida de los trabajadores aumentaba gracias al tiempo extra de ocio, puede que subiera al mismo tiempo la productividad de la empresa. Menos cantidad podría significar mayor calidad en los resultados. Toda Europa estaba atenta al experimento de Suecia, que comenzó en 2014. Al principio, los beneficios fueron muy buenos y la felicidad de los trabajadores dio sus frutos. Pero con el tiempo no resultó tan positivo y los costes superaban las ventas. Aunque lo que sí se mantuvo durante el tiempo que estuvo vigente el experimento fue que los trabajadores jamás pidieron bajas por enfermedad o depresión.

El debate continúa abierto y expertos en el mundo laboral se plantean amoldar estas reducciones en el trabajo como impulso o regeneración de los modelos arcaicos de trabajo. Quizá la clave no sea tanto los beneficios sino la imagen que transmita la empresa. Aunque el mundo laboral sólo busque generar dinero y más dinero, puede que se empiecen a plantear nuevas formas de trabajo, para crear una empresa sana, y luego, en segundo lugar, competitiva.

¿Quién puede reducir su jornada?

De momento, las jornadas laborales reducidas, al menos en España, constituyen un derecho establecido en el artículo 37 del Estatuto de los trabajadores que permite reducir la jornada de trabajo diaria con disminución proporcional del salario a quien tenga a su cuidado directo a los siguientes colectivos (siempre que éstos no desempeñen una actividad retribuida):

- Sólo si tienes menores de doce años a tu cargo. Si tus hijos superan la edad, no podrás pedirla.

- Personas con discapacidad física, psíquica o sensorial. En el caso de que tengas la custodia legal de cualquier persona con discapacidad, que no preste servicios tanto por cuenta propia como por cuenta ajena.

Familiares hasta el segundo grado de consanguinidad o afinidad, que por razones de edad, accidente o enfermedad no puedan valerse por sí mismos. En este caso puedes reducir el trabajo por estar al cuidado directo de un familiar hasta el segundo grado de consanguinidad –es decir, si la persona en cuestión son tus padres, abuelos, hermanos, hijos o nietos, tanto si son directos o como si son familia de tu marido o mujer–, cualquiera que sea su edad, siempre que como hemos dicho antes, no esté prestando servicios por cuenta propia o ajena. Lo mejor es que no es necesario para su concesión que tengas el reconocimiento de ningún tipo de invalidez.

Menores de 18 años hospitalizados o en tratamiento de cáncer o enfermedad grave. Si te encuentras cuidando de un menor durante su hospitalización y tratamiento continuado por cáncer o por cualquier otra enfermedad grave, que implique ingreso hospitalario de larga duración y su cuidado directo, continuo y permanente acreditado por el Servicio Público de Salud. Pero cuidado porque existe una excepción en este caso: el porcentaje de reducción de las horas tiene un mínimo del 50% y no tiene un máximo. Es decir, que cuando el convenio colectivo lo permita, podrás acumular la reducción en jornadas completas. Eso sí, el principal requisito en esta situación es que el menor tiene que ser hijo del trabajador, sea biológico, adoptado o pre-adoptado.

La reducción de la jornada puede pedirla cualquier persona, independiente del género y procedencia, e incluso pueden disfrutarlo ambos miembros de la pareja siempre y cuando no trabajen en la misma empresa (ya que puede negarse por motivos organizativos). Aunque si la pedís   por hijos diferentes, tus superiores no podrían negarse. Eso sí, la concreción del horario se establecerá en función de tu jornada ordinaria de trabajo. Por lo que si trabajas de mañanas no podrás empezar a trabajar de tardes porque pueden denegarte la solicitud. Siempre deberás acordarlo con la empresa, porque puede ser muy diferente dependiendo de cada caso.

¿Cómo pedir la reducción de jornada?

Para pedirlo, deberás presentar tu solicitud por escrito. La empresa no podrá despedirte, porque este derecho te defiende frente al despido improcedente. Por tanto, si cumples las premisas, tus jefes comunicarán el cambio a la Seguridad Social. La aplicación de la reducción de jornada reducirá proporcionalmente tu salario entre, 1/8 parte y la mitad de la jornada diaria, a menos que sea para un menor por cáncer o enfermedad grave, en cuyo caso repetimos que será un mínimo del 50% de la jornada.


Aunque la reducción de la jornada laboral continúa en debate, no es la única fórmula que está en deconstrucción. Los niveles de ansiedad y depresión se han convertido en los grandes males de nuestra época. Y el foco parece estar en la forma en la que nos planteamos el trabajo. Si bien es cierto que la preocupación más extendida ha sido el deterioro del mercado laboral y las pocas posibilidades de un empleo digno, lo más difícil es adaptarse a las nuevas exigencias de las condiciones laborales.

El mercado laboral ha cambiado

Todo ha cambiado. Desde el dónde o el cuándo, hasta el quién. Los nuevos trabajadores trabajan desde casa, no existen oficinas físicas y los horarios pueden extenderse hasta la obtención de objetivos hasta jornadas discontinuas. Nos hemos topado con la dualidad entre las condiciones de los empleos fijos y los empleos temporales, donde los últimos triunfan por encima del resto de condiciones. El ‘trabajo para toda la vida’ se ha extinguido por completo y ahora las empresas buscan jóvenes dispuestos a trabajar por sueldos por debajo de los mil euros… ¡E incluso gratis! Todo para conseguir más experiencia y adaptarse a las exigencias y a la competencia de los currículums de jóvenes cada vez más preparados.

La estabilidad es un privilegio casi utópico en los nuevos empleos. Desde el punto de vista del crecimiento económico, estamos en un momento de transición que favorece a la productividad pero que se olvida por completo de las necesidades humanas de los trabajadores. La reforma laboral ha generado empleo barato que nos obliga en muchos casos a tener varios trabajos y a atender constantemente a la multitarea.

Respecto al quién, debemos celebrar que cada vez más mujeres trabajan, aunque el colectivo sigue sufriendo graves discriminaciones y suelen ser puestos inferiores al de los varones. También han aumentado el número de empleos para inmigrantes y aunque resulte paradójico, menos jóvenes. Desgraciadamente, tampoco hemos mejorado los criterios de selección ya que aumentan las recomendaciones de particulares que motivan a tener más contactos personales que currículo, o incluso el nuevo boom de empresas e CV’s que se dedican a adornar tu experiencia profesional, o a ayudarte con la búsqueda de empleo… Pagamos hasta por trabajar. Viendo el panorama, parece evidente que el mundo laboral avanza más rápido que nosotros. Debemos adaptarnos a las nuevas fórmulas ‘freelance’ o de trabajo por proyectos. Hacer un entierro digno al modelo tradicional de trabajo de oficina, ese ‘de toda la vida’ y dar la bienvenida con toda la esperanza posible al nuevo empleo frenético, más ambicioso e inestable. ¡Mucha fuerza!

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