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Los impuestos ocultos (no económicos) que pagan las mujeres exitosas

Los impuestos ocultos (no económicos) que pagan las mujeres exitosas

Ser mujer y tener éxito en el ámbito laboral es todo un desafío para las mujeres, no solo porque es más complicado llegar a los puestos más altos para ellas debido al machismo que todavía impera en el mundo laboral, sino porque, las pocas que lo consiguen, encima, tienen que pagar una serie de impuestos por haber llegado tan alto. Y no hablamos de impuestos económicos, sino de consecuencias personales que no son iguales para los hombres de éxito. Una desigualdad más a la que hacer frente.

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Ser exitosa afecta a las relaciones de pareja

El mundo laboral es injusto para muchas mujeres, sin embargo, incluso cuando tienen éxito, deben enfrentarse a otra serie de desafíos. Sus éxitos, que tanto les costó alcanzar, se gravan de una forma que no ocurre con los hombres. Y no hablamos de impuestos del gobierno, sino de la miseria y la envidia a la que tienen que enfrentarse por parte, muchas veces, de sus “seres queridos”. Este “pago especial” disminuye las alegrías del éxito, convirtiéndose en un duro impuesto para muchas mujeres.

Hablamos de cosas como las diferencias de género en las implicaciones de la victoria para los candidatos políticos. Mientras que ganar es el hito profesional más importante para los candidatos, una fuente de euforia y orgullo, para las mujeres a menudo es un lastre, al menos eso afirma un estudio realizado por Olle Folke, politóloga de la Universidad de Uppsala, y Johanna Rickne, economista de la Universidad de Estocolmo.

Así, ganar unas elecciones aumenta las tasas de divorcio posteriores para las candidatas pero no para los hombres (Este documento, como la mayoría de la literatura de ciencias sociales, se centra en las parejas femeninas). Estos divorcios no son el resultado exclusivo de campañas muy reñidas. El estudio examinó las elecciones con márgenes de victorias muy estrechos, en los que ganar fue en gran medida una cuestión de suerte. Estas ganadoras "afortunadas" también experimentaron mayores tasas de divorcio.

El éxito corporativo tiene consecuencias similares: las mujeres que se convierten en presidentes ejecutivos se divorcian más que aquellas que no alcanzan puestos de liderazgo.

Ganar un Oscar también presagia un divorcio

Otro estudio encontró que lo mismo pasa en Hollywood: ganar el Oscar a la mejor actriz presagia un divorcio, mientras que ganar el premio al mejor actor no.

Por supuesto, el divorcio en sí mismo puede ser un buen final, mejor que aguantar una relación venenosa. Pero, en ese caso, el impuesto exigido habría sido el costo emocional y el tiempo perdido en un matrimonio fallido.

En general, los hombres reaccionan de forma negativa al éxito de sus cónyuges. Marianne Bertrand y Emir Kamenica, economistas de la Universidad de Chicago, y Jessica Pan, economista de la Universidad Nacional de Singapur, examinaron los salarios de los cónyuges. Como las mujeres generalmente tienen que dejar de lado el trabajo por la familia, suelen ganar menos que sus maridos. Así, la mayoría de maridos gana, al menos, un poquito más que sus mujeres.

Se puede medir el potencial de ingresos de ambos cónyuges, por ejemplo, en su ocupación y educación. En el hogar típico, un mayor potencial de ganancias significa una mayor probabilidad de trabajar. Si puede ganar más, generalmente trabaja más.

De manera perversa, sin embargo, esta correlación ya no se cumple cuando el potencial de ingresos de la esposa es mayor que el de su esposo. Así, hay veces que, a pesar de que las esposas tienen profesiones mejor remuneradas, no dedican ellas más tiempo a trabajar, sino que también dejan de lado el trabajo por la familia. A pesar de que podrían ganar más.

Ya no vivimos en una sociedad donde los hombres son el único sostén de la familia. Pero aparentemente vivimos en uno donde el hombre debería ganar más. Cuando se viola ese principio, y la esposa gana más que el marido, se le imponen impuestos de varias maneras. Ella pasa más tiempo con las tareas del hogar y, para colmo de males, es más probable que termine divorciada.

Los autores señalan: "Las mujeres están trayendo techos de cristal personales desde el hogar al lugar de trabajo, pero también es cierto que los maridos ayudan a instalar ese techo de cristal en el trabajo”. Incluso las mujeres poderosas y exitosas deben enfrentar a tales desafíos en casa.

Los impuestos que habrá que pagar en el matrimonio se presagian ya en las primeras citas. Un estudio encontró que los hombres son menos propensos a querer una cita con una mujer que es más inteligente o ambiciosa que ellos. Por el contrario, las mujeres no penalizan ni la inteligencia ni la ambición en un hombre.

Las mujeres saben, o al menos intuyen, que tales impuestos existen. En un artículo reciente de Leonardo Bursztyn, economista de la Universidad de Chicago; Thomas Fujiwara, economista de Princeton; y Amanda Pallais, economista de Harvard, explicaban un estudio que habían hecho a estudiantes de MBA, a quienes un consejero de carrera les preguntó acerca de las futuras preferencias laborales. Estas respuestas se usarían para ayudarles a ubicarlos en futuros empleos. Para algunos estudiantes, las respuestas fueron privadas, mientras que otras se discutieron en clase con sus compañeros.

Para los hombres y mujeres que ya tenían una relación, la distinción no importaba: informaban las mismas preferencias laborales, fueran privadas o no.

No era así para las mujeres solteras: cuando pensaban que sus compañeros (y presumiblemente parejas potenciales) verían las respuestas, decían que querían un trabajo con menos horas por semana y un salario menor. También dijeron menos que querían un papel de liderazgo y mostraban menores ambiciones profesionales que las mujeres que podían responder en privado. Estas mujeres probablemente temían que la ambición, la voluntad de trabajar duro y el deseo de ganar mucho las hiciera menos atractivas.

Todos estos datos muestran un panorama mucho más injusto de lo que muchos podemos pensar. Es cierto que se ha avanzado mucho en muchos ámbitos, pero aún queda tanto por hacer… La igualdad entre hombres y mujeres está lejos de ser real. Y eso solo se soluciona con una educación igualitaria real desde bebés. Hagamos que los niños de hoy en día sean mejores hombres en el futuro para que las mujeres puedan desarrollarse plenamente y alcanzar el éxito sin tener que pagar ningún tipo de impuesto.

Fuente:

Olle Folke, politóloga de la Universidad de Uppsala

Marianne Bertrand y Emir Kamenica, economistas de la Universidad de Chicago, y Jessica Pan, economista de la Universidad Nacional de Singapur

Redacción: Irene García

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