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¿Por qué nos gusta el picante?

¿Por qué nos gusta el picante?

Hace que tus ojos lloren, te pica la boca y la garganta, pero aún así, te encanta. El ser humano es el único animal que disfruta con la comida picante… ¿Por qué nos gusta tanto?

Índice

¿Por qué nos gusta la comida picante?

En algunos países del mundo, como México o la India, las especias y comidas picantes forman parte de su alimentación diaria, tanto, que soportan un grado mucho mayor de picor que en otras zonas donde este sabor no es lo habitual. Aún así, en todas partes del mundo puedes encontrar a gente que disfruta comiendo comida picante, a pesar de sus efectos secundarios. De hecho, las cocinas típicas peruana, mexicana, senegalesa, etíope, nigeriana, china, tailandesa, india, japonesa e incluso italiana como las más picantes de todo el mundo.

¿Por qué nos gusta tanto si enmascara el sabor de otros alimentos y hace que nuestros ojos lloren o nuestra boca arda?

La ciencia lleva décadas intentando dar respuesta a esta cuestión, sobre todo desde en que los años 70 se llevaron a cabo una serie de investigaciones que mostraron que los animales muestran siempre aversión a la comida picante. Tan solo aquellos animales que eran capaces de no sentir la capsaicina (el compuesto químico que nos irrita la boca) se alimentaban con alimentos picantes. Por ejemplo, un ave no sentiría picor al comer un chile picante ya que no cuenta con receptores TRPV1 (aquellos que mandan la señal al cerebro de que la boca está ardiendo).

Por lo tanto, la sensación de ardor en la boca después de comer picante proviene de unos compuestos llamados capsaicinoides, particularmente de la capsaicina. Estos compuestos se derivan de la vainillina, el químico que le da a la vainilla ese sabor y aroma tan particular.

Esto parece demostrar que el gusto por el picante es adquirido, por eso en algunos países es tan habitual y son capaces de consumir alimentos muy picantes que, en otras partes, es imposible.

El picor además no es un sabor como el dulce o el amargo. Es una sensación que aparece al consumir ciertos alimentos que activan en la lengua los receptores del dolor, transmitiendo al cerebro la señal de que no deberíamos comer ese alimento. Se trata del subtipo 1 de receptor de vaniloide, que causa una sensación muy semejante a la que sentiríamos si nos quemásemos la lengua, pero sin producirse realmente ese daño.

Como las células de toda la piel provocan esta reacción, el picante también provoca ardor y enrojecimiento en todo el cuerpo, no solo en la boca. Por eso debes lavarte las manos después de comer un alimento muy picante y no tocarte nunca los ojos.

Si manda esa señal al cerebro, ¿por qué seguimos?

Si nuestro cerebro recibe una señal que le indica que esa sustancia es dañina y no deberíamos consumirla, ¿por qué seguimos comiéndola? Porque nos da placer. Las personas que les gusta el picante sienten una mezcla de dolor y placer que les impulsa a seguir comiendo picante. Y es que las sensaciones de placer y dolor muchas veces se solapan ya que ambas utilizan los nervios del tallo cerebral, activan el sistema de dopamina del cerebro y las mismas áreas del córtex que influyen nuestra percepción y conciencia. El cerebro, al sentir dolor, comienza a liberar endorfinas para reducir ese dolor, unos neurotransmisores que bloquean la capacidad del nervio de transmitir señales de dolor. Además, libera dopamina, otro neurotransmisor, el responsable de darnos un sentimiento de recompensa y de placer. Así que, cuanto más ardor y dolor, más placer. Irónico ¿no?

Es algo similar a lo que nos ocurre al realizar ciertas actividades que nos ponen en alerta, como saltar en paracaídas, hacer puenting o ver películas de terror. A esto hay que unir los resultados de otra investigación publicada en Plos One que demostró que la sensación de alivio y placer son, esencialmente, la misma. Nuestro cerebro siente amenaza cuando nos metemos en la boca una guindilla o un pimiento picante, pero una vez descubre que esta no nos va a causar ningún daño, nos hace sentir un alivio que nos causa placer.

Fuente:

Plos One

Redacción: Irene García

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